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Diversidad.

Érase una niña de ocho años que no podía estar callada en el colegio. Y eso le costaba reprimendas por parte de los profesores y miradas burlonas de muchas compañeras. Además, a aquella niña, no solo le gustaba hablar, ¡también le encantaba escuchar a las otras chicas y sonreía continuamente! «¡No te rías tanto que pareces tonta!», le decían algunas personas de vez en cuando. Pero ella no podía evitarlo. Le salía de lo más profundo de su alma. Asimismo, se había percatado de que, cuando ella se reía, ¡las demás muchachas también lo hacían!

Ríe, y el mundo reirá contigo. Llora y llorarás solo, dijo el enorme Charlie Chaplin a mediados del pasado siglo.

En casa.

En su casa ella era una niña feliz. Aunque las cosas se torcían cada vez que sus padres recibían alguna notificación del colegio en la que la amonestaban porque «habla demasiado». Y eso se traducía en regañinas y castigos. Parecía que al mundo le molestaba que a ella le gustase conversar.

Y la niña creció.

Con el paso de los años, aprendió a callarse. Después de todo, había pasado la mayor parte de su vida acusada de ser «demasiado habladora». Pero un día todo cambió.

Descubrió que, en este mundo, hay personas que necesitan hablar, ser escuchadas. Que hay personas que acaban encerradas en su soledad. Que existen seres humanos que viven en un perpetuo silencio porque nadie les escucha. Y entonces vio la luz; decidió ser psicóloga.

Diversidad.

Cada persona posee habilidades únicas. Los tiempos en los que todos teníamos que valer para todo, forman parte del pasado. Hay que aprender a reconocer tus propias habilidades. La mayor parte de las personas se enfocan tanto tiempo en sus defectos que acaban olvidando que, lo realmente útil, es potenciar sus virtudes. Hace unas cuántas décadas lo dejó plasmado perfectamente uno de los mayores genios del siglo XX, Albert Einstein: “Todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su capacidad para escalar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil.”


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Sara Oneca
Siempre se puede volver a empezar.

A menudo la sociedad nos inculca una serie de mensajes y creencias erróneas que giran en torno al fracaso. No todo aquello que no se consigue en sí lo es.
Este tipo de situaciones llegan a provocarnos un profundo malestar ante la percepción errónea de que no somos lo suficientes competentes para conseguir determinadas “metas”, nos sentimos frustrados, decepcionados, derrotados.  No todos valemos para todo, como cuento en un artículo que puedes leer aquí.

Decidir y escoger.

Por ello, siéntete con la libertad de poder decidir y escoger, tienes la libertad de poder elegir, de equivocarte, de caer y levantarte otra vez hacia un nuevo comienzo. Créete con el derecho de poder comenzar de nuevo.

¡Ah! Y olvídate de pensamientos mágicos tipo: «Cuando una puerta se cierra otra se abre», eso está bien para venderte una taza de ¿autoayuda?, pero la vida real no funciona así.

Sara Oneca
Psicóloga sanitaria


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Sara Oneca
Está bien no estar bien.

Nos hicieron creer que existían dos tipos de emociones: las positivas y las negativas.

Emociones positivas y negativas. ¿Seguro?

Positivas llamaron a la alegría, la sorpresa (agradable).

Las negativas supuestamente eran aquellas que hacían sentirnos en el otro extremo: la ira, el enfado, la tristeza…

Lo que no nos explicaron era que TODAS son adaptativas para nuestra supervivencia. Que todas son “buenas”, que todas son nuestras amigas y que todas van a guiarnos en este sorprendente camino que es la vida. Por tanto…

No hay emociones negativas.

No existe tal distinción. Todas forman parte de nuestra existencia y son nuestra guía vital. Está bien no estar bien.

A veces las mejores decisiones vienen precedidas de una fuerte emoción que nos ha enseñado algo más que necesario. Sí, está bien no estar bien, también.

Los «positivísimos» tienden a fracasar más.

De hecho,  la psicóloga alemana, investigadora y profesora de psicología en las Universidades de Nueva York y Hamburgo, Gabriele Oettingen, lo reafirma en varios estudios resumidos en su exitoso libro Rethinking positive thinking, algo así como «Repensando el pensamiento positivo». En esta obra, la profesora Oettingen afirma que, la solución no es acabar con los sueños y el pensamiento positivo. Pero sí de tener presente que la baja tolerancia a la frustración que producen esas ideas desemboca en que, las personas «siempre positivas» tienden a fracasar más que las que viven con un poco de pesimismo.

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