La armadura de los terapeutas

Brote psicótico son solo dos palabras pero causan muchísimo sufrimiento. Pues bien, a tenor de la próxima aparición del libro “Hacia un Cambio de Paradigma: Casos clínicos en Psicosis” (Ediciones Pirámide), en el que he participado como co-autora, he pensado que podría ser interesante contaros cómo podéis comunicaros con alguien que tiene un brote psicótico. Pero primero vamos a ver, ¿qué es un brote psicótico?
Es un episodio durante el cual, el paciente puede comenzar a experimentar alucinaciones. Aunque alguien que lo observe se dará cuenta de que su experiencia no se basa en la realidad, es posible que el paciente no pueda discernir eso.
Después del incidente, es probable que la persona recuerde parte o la totalidad de la alucinación como si realmente hubiera ocurrido, en lugar de ser producto de su mente. Además, durante el brote, es previsible que el paciente se encuentre bajo el control de creencias delirantes. A veces es capaz de discernir que está en medio de un episodio psicótico, en ese caso puede sentirse asustado o enfadado. Esto puede hacer que golpee a cualquiera que esté con él en ese momento. Si está solo, las alucinaciones o los delirios pueden causarle o convencerle de hacerse daño.
La mejor manera de comunicarte con alguien con psicosis es brindarle apoyo y no juzgar. Pero ojo, puede ser difícil comunicarse con una persona que está experimentando un brote psicótico porque es posible que, el paciente:
Cuando apoyes a alguien que experimenta psicosis, debes:
Ten en cuenta que el paciente puede tener miedo de lo que está experimentando. Un buen consejo es que uses el mismo lenguaje que la persona usa para describir sus experiencias (p. ej., si la persona se refiere a una voz que escucha como «Pepe», debes referirte tú también a la voz como Pepe).
Lo mejor es acercarte a esa persona en privado, en algún lugar sin distracciones, para hablar sobre su experiencia. El comportamiento de la persona determinará cómo debes interactuar con ella. Dales el espacio que necesitan para sentirse cómodos y evita tocarlos.
Los trastornos psicóticos constituyen un verdadero reto, tanto para la psicología como para la psiquiatría. Espero que la publicación del libro que os he comentado, ayude a comprender un poco más las diversas opciones terapéuticas que existen o se están desarrollando para este tipo de pacientes.
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Sara Oneca.
A ver, lo sé: hay factores que afectan a la felicidad y que están fuera de nuestro control. Pero siempre hay cositas que podemos hacer para aumentar nuestras buenas vibraciones. Intenta estos atajos, coge alguno de estos truquitos que te voy a dar, ¡o todos!, y te garantizo que darás un pequeño empujón a tu felicidad de inmediato.
La felicidad completa no existe, ¡lo que sí hay son momentos de felicidad!
Como ves no son cosas complicadas; y es que, la felicidad tampoco lo es. ¡Prueba y me cuentas!
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Sara Oneca.
No quiero irme por las ramas; seguro que no has venido aquí a leer batallitas, ¡vamos a lo que importa!
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Sara Oneca.
Imagina por un momento en tu problema (ansiedad, preocupación, recuerdo traumático, culpa, exigencia, pensamiento en bucle etc.).
Ese problema se parece mucho a una persona que estuviese unida a un monstruo por una cuerda y con un foso entre ambos. Mientras en monstruo está tranquilo, dormido, calmado, tumbado, podemos verlo, pero en el momento en el que despierta se hace insoportable, insufrible, inaguantable, y tiramos de la cuerda para intentar conseguir tirar al monstruo a lo más profundo del foso. A veces parece que se calma al tirar de la cuerda, como si se diera por vencido, pero lo que en realidad ocurre a la larga es que cuánto más tiramos, más próximos estamos del filo del foso y, por contra, más grande, con más fuerza y más amenazante se está haciendo.
Así, la situación es que tienes que estar pendiente constantemente de si el monstruo se levanta para tirar de la cuerda, y además, cuando tú tiras el monstruo también lo hace, lo que a veces lleva a que estés al borde del abismo.
Y mientras, tu vida se limita a estar pendiente de la cuerda. Te gustaría no estar atado al monstruo, pero eso no es algo que pueda cambiarse, de manera que te planteas qué puedes hacer basándote en tu experiencia.
Una posibilidad es soltar la cuerda y ver al monstruo.
Otra que tu vida se limite a estar pendiente de la cuerda… ALGUNAS BATALLAS SE GANAN SOLTANDO.
Fuente: Hayes et al., 1999.
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Sara Oneca.
Se cumplen 10 años de esta interesante metáfora escrita por Wilson y Luciano.
Imagínese por un momento que hay un autobús con muchos pasajeros y que usted es el conductor. Los pasajeros son pensamientos, imágenes, recuerdos, sentimientos de todo tipo que cada uno tenemos por nuestra propia historia vital. El autobús tiene una única puerta y sólo de entrada. Algunos de esos pasajeros son realmente temibles… Visten con chaquetas de cuero negro y llevan hachas y navajas.
Usted conduce y los pasajeros comienzan a amenazarle, diciéndole lo que tiene que hacer en cada momento, dónde tiene que ir: le dicen que tiene que girar a la derecha, luego que tiene que girar a la izquierda, etc. Para conseguir que haga lo que ellos le están pidiendo, le amenazan. Le amenazan diciéndole que si no hace lo que ellos desean, van a sentarse a su lado y no se quedarán al fondo del autobús (que es donde usted quiere que ellos estén para que no le molesten en el trayecto). En como si usted hubiera establecido el siguiente trato con estos pasajeros: «vosotros os sentáis al fondo del autobús y os agacháis de tal manera que yo no pueda veros con demasiada frecuencia, y entonces yo haré lo que digáis, todo lo que digáis».
Ahora bien, qué pasa si un día se cansa del trato y dice: » ¡No me gusta esto! ¡Voy a echar a esa gente fuera del autobús!»Con esa idea, para el vehículo y se vuelve para encararse con los pasajeros que le amenazan y le molestan. Entonces, se da cuenta de que la primera cosa que ha hecho es parar. Ahora usted no está yendo a ninguna parte, lo único que está haciendo es enfrentarse con esos pasajeros.
Pero esos pasajeros son muy fuertes y no se han planteado abandonar. Comienza a forcejear con ellos , pero no tiene nada que hacer. Entonces usted vuelve a su asiento e intenta aplacarlos para que se sienten de nuevo en el fondo para que no pueda verlos y usted dirige el autobús donde ellos le mandan. Con esta actitud que está tomando consigue que en vez de que se calmen, accede a lo que ellos le están ordenando. Cada vez lo hace antes, pues cree que así conseguirá sacarlos de su vida. Sin darse apenas cuenta ellos ya no tendrán que decirle por dónde debe girar. Usted mismo se da cuenta de que tan pronto se acerque a un giro a la izquierda los pasajeros van a echarse sobre usted como no gire a la izquierda. Justifica esta situación de modo que cree que ellos no están en el autobús y se convence a sí mismo de que está llevando el autobús por la única dirección posible. Se cree que la izquierda es en realidad la única dirección que puede tomar. Ellos aparecen de nuevo, mucho más fuertes ya que usted ha tenido varios enfrentamientos con ellos en el pasado y ha salido perdiendo.
Estos pasajeros tienen un enorme poder sobre usted diciéndole lo siguiente: «Si no haces lo que te decimos, apareceremos y haremos que nos mires». Eso es todo lo que pueden hacer.
Es cierto que cuando ellos se manifiestan, parece como si pudieran destruirle, haciéndole mucho daño ya que tienen armas cortantes. Parece que, pudieran acabar con usted. Usted entonces acaba accediendo al trato y termina haciendo lo que ellos le dicen para calmarles y que se vayan al final del autobús donde no los pueda ver.
El conductor (que es usted) tiene el control del autobús, pero ha depositado ese control en esos tratos secretos con los pasajeros. Es entonces cuando se da cuenta de que usted, para intentar mantener el control de los pasajeros, lo que en realidad ha hecho ha sido perder la dirección del propio autobús. De lo que no se ha dado cuenta es de que, aunque los pasajeros le digan que pueden destruirle si no gira a la izquierda, ellos nunca han sido capaces de hacer eso sin SU AYUDA.
Ellos NO giran el volante, ellos no conducen ni manejan el acelerador… ellos no frenan.
EL CONDUCTOR ES USTED… USTED Y SÓLO USTED ES EL QUE DIRIGE SU PROPIA VIDA.
«Metáfora del autobús» Wilson y Luciano (2012).
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Sara Oneca.
Con este vídeo aprenderás a practicar mindfulness. Dedícate unos minutos del día a ti.
Se podría traducir algo así como «atención plena». Sí, atención plena en ti mismo.
El profesor Jon Kabat-Zinn, fundador y exdirector de la Clínica de Reducción del Estrés del Centro Médico de la Universidad de Massachusetts, ayudó a llevar la práctica de la meditación consciente a la medicina convencional y demostró que la práctica de mindfulness puede traer mejoras, tanto en los síntomas físicos como psicológicos. Así como cambios positivos en la salud, las actitudes y los comportamientos.
El mindfulness mejora el bienestar. Apoya muchas actitudes que contribuyen a una vida más satisfactoria. Ser consciente hace que te sea más fácil saborear los placeres de la vida a medida que van llegando. El mindfulness te ayuda a participar plenamente en tu propia vida y te otorga una mayor capacidad para enfrentarte a situaciones adversas. Al centrarte en el aquí y el ahora, es menos probable que te dejes atrapar por preocupaciones sobre el futuro o pierdas el tiempo pensando en el pasado. Te permite formar conexiones más profundas con los demás.
El mindfulness mejora la salud física. Si un mayor bienestar emocional no te parece un incentivo suficiente, los científicos han descubierto que las técnicas de mindfulness ayudan a mejorar la salud física de varias maneras. El mindfulness ayuda a aliviar el estrés, puede mejorar ciertas dolencias cardíacas, bajar tu presión arterial, reducir el dolor crónico, mejorar el sueño y aliviar las dificultades gastrointestinales.
El mindfulness mejora la salud mental. En los últimos años, los psicoterapeutas hemos recurrido a la meditación consciente como un elemento importante en el tratamiento de una serie de problemas, entre ellos: depresión, abuso de sustancias, trastornos alimentarios, conflictos de pareja, trastornos de ansiedad y trastorno obsesivo-compulsivo. El mindfulness es una excelente herramienta para dar un paso más en tu salud.
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Sara Oneca.
Supón que eres un jardinero que ama su jardín, que te gusta cuidar de tus plantas y que nadie más que tú tiene la responsabilidad de atender esas plantas. Supón que esas plantas son las cosas que pretendes hacer en tu vida.
Piensa por un momento… ¿Cuáles son las plantas de tu jardín? ¿De qué manera ves esas plantas como jardinero? ¿Tienen flores, huelen bien, son como las deseas? ¿Estás cuidando las plantas que más quieres tal y como las quieres cuidar?
No siempre hay flores en el lugar que uno quiere, ni en el momento que uno así lo desee. A veces se marchitan a pesar de cuidarlas. La cuestión es cómo ves a las plantas que estás cuidando.
¿Qué se interpone en tu camino con las plantas, en su cuidado diario? Quizás estés gastando tu vida en una sola planta del jardín.
Sabes bien que, en los jardines también crecen malas hierbas. Imagina ahora un jardinero que las corta tan pronto cómo las ve. El problema es que esas malas hierbas vuelven a aparecer. De nuevo el jardinero se obsesiona con volver a cortarlas. ¿Es ésa tu experiencia con el problema? ¿Abandonas el cuidado del jardín para ocuparte de las malas hierbas?
Las malas hierbas, a veces, favorecen el crecimiento de otras plantas, porque dan espacio para que las demás crezcan. A veces, las plantas tienen partes que no nos gustan pero que, a ellas, les son útiles. Como ocurre con el rosal, que para dar rosas ha de tener espinas. En cualquier caso piensa que, a veces puedes centrarte demasiado en arrancar las malas hierbas y acabas descuidando el cuidado de las buenas.
Si miras a tu propio jardín, seguramente verás que, algunas plantas están lacias y otras exuberantes. Piensa en «tus plantas» y recapacita si las cuidas tal y cómo realmente deseas cuidarlas. Pregúntate si estás realmente satisfecho con el cuidado que le das a «tus plantas». ¿Las cuidas de acuerdo con lo que valoras en tu vida? Si no las cuidas, ¿qué te está impidiendo cuidarlas en este momento? ¿Dedicas demasiado tiempo a las malas hierbas?
¿Qué te sugiere esta metáfora en tu vida? ¿Cuáles son las plantas de tu jardín? ¿Se te ha olvidado regar alguna? ¿Dedicas todo tu tiempo a cuidar solamente de una? ¿Dejas crecer las semillas que has plantado? ¿Te ocupas demasiado de las malas hierbas? En definitiva, ¿estás satisfecho con tu jardín?
Dedica unos minutos a reflexionar sobre estas cuestiones y hazte una pequeña lista mental para decidir cuáles son plantas de tu jardín.
Fuente: «Terapia de aceptación y compromiso (ACT). Un tratamiento conductual orientado a los valores. Kelly Wilson y Carmen Luciano (2009, Ediciones Pirámide).
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Sara Oneca.
Esta vez sobra la palabra escrita, os dejo con un vídeo de relajación progresiva. Podéis verlo o cerrar los ojos y seguir mis instrucciones.
La Terapia Dialéctico Conductual (TDC) es una terapia psicológica que se encuadra dentro de las llamadas terapias de tercera generación (terapias contextuales). Fue desarrollada por la Doctora Marsha Linehan en el año 1993, para el abordaje de los síntomas del trastorno límite de la personalidad (TLP).
La TDC parte de una filosofía integradora, ya que une diversos elementos cognitivo conductuales con técnicas de aceptación (mindfulness) basadas en las filosofías zen y budistas.
Para Linehan la problemática principal en los pacientes TLP se encuentra en su incapacidad para regular sus emociones. La TDC actúa sobre cuatro grupos de síntomas presentes en un alto porcentaje en estos pacientes:
1. La confusión del yo
2. La impulsividad
3. El caos interpersonal
4. La inestabilidad emocional
El objetivo de la terapia es enseñar a los sujetos con TLP conductas funcionales y adaptativas, a la vez que sean capaces de regular sus emociones cuando éstas sean de alta intensidad.
El tratamiento tiene una duración de al menos 2 años.
La terapia individual consiste en sesiones con una periodicidad semanal que duran entre 50/60 minutos (aunque hay veces en que pueden alargarse). Como complemento a la terapia individual se lleva a cabo una terapia grupal para conseguir entrenar las habilidades necesarias (toma de conciencia, regulación emocional, tolerancia al malestar y habilidades sociales). Dicho entrenamiento consta de 8 sesiones, una vez por semana con una duración de 2 horas y media. Los grupos están compuestos de 6 a 8 pacientes y de 2 terapeutas. La terapia a su vez, mantiene un servicio extra de consultas telefónicas para momentos de crisis (ideaciones suicidas). La TDC puede acompañarse de apoyo farmacológico e incluso en algunas situaciones puede ser necesaria la hospitalización o la asistencia a centros de día, sobretodo en casos de comorbilidades tales como adicciones, trastornos alimentarios (TCA), problemas de pareja etc.
La estructura de la terapia dialéctico conductual mantiene 4 fases: una de pretratamiento y tres de tratamiento:
1. Pretratamiento: dirigido a orientar al paciente hacia la terapia, establecer el vínculo terapéutico, la consecución de metas y los compromisos.
2. Primera fase del tratamiento: con duración de un año. Se llevan a cabo las metas principales, con la terapia individual. Grupal y las llamadas telefónicas. Se disminuyen las principales conductas de riesgo: suicidas así como todas aquellas que interfieran en la terapia; habilidades de toma de conciencia, regulación emocional, tolerancia al malestar y habilidades sociales.
3. Segunda fase del tratamiento: no tiene una duración fija. Está enfocada al tratamiento del estrés postraumático (TEP). Se emplean técnicas cognitivo comportamentales (TCC) y se consolidan las habilidades adquiridas en la primera fase, los pacientes pueden asistir a los grupos de autoayuda.
4. Tercera fase: empleada para la prevención de recaídas. Se le ayuda al paciente a confiar en sí mismo y que vaya consolidando todas sus capacidades.
Como ya hemos comentado antes, los individuos que sufren de TLP presentan un importante déficit en capacidades de modulación emocional, conductual, cognitiva y en habilidades sociales.
Una de las metas principales de la TDC es la del entrenamiento en habilidades comportamentales para que puedan aprender y aplicar en su vida diaria una serie de habilidades que les ayude a mejorar sus patrones de comportamiento, sus relaciones interpersonales, sus emociones y sus pensamientos. Este entrenamiento en habilidades se aprende durante la primera fase del tratamiento y se realiza en dos formatos: el individual y el grupal. A continuación explicamos brevemente en qué consisten dichas habilidades.
1. Habilidades básicas de conciencia: son las llamadas técnicas de mindfulness. Se aprenden y se practican a lo largo de todo el programa. Son las primeras que se aprenden para poder formar una base sólida y funcional que ayude a la adquisición del resto de habilidades. El objetivo es que aprendan a controlar la mente y tomar conciencia del aquí y el ahora.
2. Habilidades de efectividad interpersonal: Los sujetos con TLP experimentan una continua disregulación interpersonal que les incapacita en su vida diaria unida a la sensación de abandono constante que les llena de sufrimiento. El objetivo en este módulo es que lleguen a ser eficaces en la consecución de sus objetivos afectivos.
3. Habilidades de regulación emocional: La disregulación emocional es el aspecto central del TLP. Las emociones intensas y variables provocan ira, frustración, tristeza y ansiedad difíciles de controlar. Por ello, muchos tienen intentos autolíticos, consumo de sustancias o conductas autodestructivas. El objetivo de este módulo es que las personas con TLP aprendan a identificar y poner nombre a sus emociones, así como reconocer la función que cumplen en nuestro entorno. A su vez, se les enseña a adoptar respuestas funcionales y a aumentar la expresión de emociones positivas para reducir el impacto de las emociones desbordantes.
4. Habilidades de tolerancia al malestar: En este módulo se instruye el manejo del dolor como habilidad. El dolor forma parte de la vida y su aceptación es parte de cualquier proceso de cambio. En este módulo se enseñan dos habilidades principales: las habilidades de supervivencia a las crisis y las habilidades de aceptación de la realidad.
La TDC a pesar de ser un tratamiento que proviene de las TCC, tiene sus propias características en las que el terapeuta tiene un peso fundamental en el proceso:
1. El terapeuta TDC busca constantemente el equilibrio entre dos tensiones: la aceptación y el cambio.
2. El terapeuta TDC se esforzará en validar las respuestas de sus pacientes haciéndoles entender que sus respuestas tienen sentido en su contexto.
3. El terapeuta TDC considerará todos los síntomas como problemas a resolver, analizando y buscando la solución de problemas más óptima para cada ocasión.
4. El terapeuta TDC se define como un terapeuta empático y realista, con una enorme calidad humana, cercano y flexible.
Para finalizar recordaremos que la TDC fue la primera terapia específica para el TLP sobre la que se publicaron numerosos estudios sobre su eficacia (Linehan, Armstrong, Suarez, Allmon y Heard, 1991). Se acabó demostrando que la TDC era superior reduciendo los síntomas autolesivos y las hospitalizaciones que las intervenciones farmacológicas u otros tratamientos.
En estudios recientes se ha demostrado que versiones abreviada de la TDC pueden resultar efectivas para la reducción de síntomas (Pasieczny y Coonor, 2001; Stanley; Brodsky, Nelson y Dulit, 2007). Con lo que la TDC sigue mostrando resultados prometedores.
Fuentes: de la Vega, I., & Quintero, S. S. (2013). Terapia Dialéctico Conductual para el trastorno de personalidad límite. Acción psicológica, 10(1), 45-55.
Palacios, A. G. (2004). La terapia dialéctico comportamental para el tratamiento del trastorno límite de la personalidad. Informacio psicologica, (84), 40-51.
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Sara Oneca.